Apolo observó asombrado cómo Dafne desaparecía, y en lugar de ella aparecía una hermosa lechuza blanca, que volaba rápidamente alejándose de él.
Apolo, entristecido, compuso una canción, acompañado de su fiel compañera, la lira, y cada mañana volvía al mismo lugar donde su amada esquiva se fue.
Hasta que un día la lechuza apareció de la nada y escuchó atentamente su canción desde la rama de un olivo.
Desde aquel momento, hombre y lechuza se hicieron inseparables.
Aún hoy, en los campos de olivo, se puede escuchar una voz armoniosa y el ulular de una lechuza al despuntar el alba.
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